Fr. Leonardo Rojas, LC
“TODO EMPEZÓ EN LA SALA DE MI CASA”
NIÑEZ Y LLAMADA
Le agradezco a Dios las gracias que me ha dado a lo largo de los años. Los primeros trazos de mi vocación nacieron en mi primera comunión y después cómo monaguillo, lo que me llevó a estar más cerca de Dios – aunque mi amistad con Cristo estuvo un poco distraída – lo cierto es que él me mantuvo muy cerca de él. Así pasaron los años de mi infancia desde los siete años. La verdad que el gozo de mi vocación empezó en la sala de mi casa donde hacia la misa con mis amigos, yo hacía de de sacerdote y ellos de fieles, usando unas cuantas galletas y un poco de agua. Lo que no me imaginaba es que esto sería el inicio de mi llamada.
Tuve la gracia de pertenecer a la Infancia Misionera; lo que me ayudó a crecer en la vida cristiana, y para darnos a los demás, en un ambiente de mucha caridad, etc.
Los deseos de ir al seminario eran reales. A los once a años, recuerdo que llegó un sacerdote Legionario, y nos habló a varios jóvenes del seminario menor de los Legionarios de Cristo. Sentí que Dios me estaba llamando aquel lugar… pero éste no era mi momento, Dios me estaba pidiendo algo más. Dios quería que viviera más afuera, conociendo, teniendo experiencias, quizá tropezándome con varias dificultades. Éstas me ayudaron para darme cuenta y conocer de primera mano las experiencias que los jóvenes e incluso las demás personas tienen en la vida. Así lo vi años más tarde, las experiencias quizá no fueron las mejores, pero me ayudaron a madurar.
Viví experiencias en las que palpé el llamado de Dios, y que para mí fueron señales en esa vocación y que la acrecentaron, y aumentaron mis deseos de seguir ayudando a las almas. Muchos me pedían concejos; allí noté la experiencia de ser canal del Espíritu Santo; sentí en primera mano el don de concejo que recibí en mi confirmación. No sólo esto, sino también quería que las almas experimentaran la misericordia de Dios, porque yo la había experimentado y, sabía que había personas que tenían necesidad de esa misericordia. Viví como un joven normal; hecho de carne y hueso, frágil, pero también con un alma que experimentaba la fuerte atracción por Cristo y sus cosas.
En bachillerato, cuando me preguntaban ¿qué quería ser?, ya no me salía tan fácil decir que sacerdote. Me di cuenta de que las tentaciones, cada vez más, se hacían más evidentes; sentí que estaba apegado a mi chica, a mis gustos, a mis deseos humanos… sin embargo eran apegos al egoísmo y la soberbia, y quizá como una tentación de huir a lo que Dios me pedía, me empezó a llamar la atención, estudiar una carrera civil. Me di cuenta en el fondo que era una tentación de miedo, de temor a lo que realmente era para mí. Con el tiempo y el diálogo con el Sacerdote que me volvió a contactar, me di cuenta de que eran meras tentaciones, que poco a poco con sutileza se estaban metiendo en mi vida, y en mi decisión vocacional.
A este sacerdote, legionario, le expresé mis inquietudes. Recuerdo que habló de la Legión, la cual no conocía y que yo la concebía como un seminario más. Me habló de la vida religiosa, y me di cuenta de que mi ignorancia era grande. Sentí en mi corazón que era lo que Dios me estaba pidiendo.
Recuerdo que me ilusionaba con lo que me hablaba; aunque no entendía mucho, pero cuando me hizo la pregunta “¿REALMENTE QUIERES VENIR HACER LA PRUEBA?”, sentí en mi corazón un impulso especial, inexplicable, como una especie de palmada en la espalda, y una voz clara en mi interior, que me decía “ES AQUÍ DONDE TE QUIERO”, y respondí que “SÍ”.
Sentí que con mi “SÍ”, Dios me empezó a acompañar de modo más especial y no sólo a mí, sino también a mi familia. Dios me había sumado a su equipo, una gracia, un don inmerecido… La aventura había empezado.
MI FAMILIA
Desde que tengo uso de razón, mi familia nunca se opuso a mí llamado, sino que me apoyaron, aunque estaba muy pequeño cuando se los dije. Gracias a ellos puedo decir que estoy donde estoy, porque ellos me inculcaron la fe, desde que decidieron bautizarme y formarme para los demás sacramentos.
Mi padre.
De mi papá Ernesto, recuerdo que siempre fue un hombre con las ideas claras, ciertamente no era ambicioso, por lo que nos dio lo necesario. Era dedicado al servicio de la comunidad, siempre se preocupó porque a la comunidad no le faltará los elementos esenciales; siempre armaba jaleo en las oficinas de servicios públicos hasta que le dieran lo que necesitaban.
Mi mamá.
De mi mamá Ana Belén, recuerdo muchas cosas. Algunas de las cosas que recuerdo su sencillez y su piedad. Su sencillez porque era entregada a su familia y a sus deberes de esposa y que a pesar de las pruebas y del carácter de mi papá, siempre se mantuvo firme. De ella aprendí la piedad, el trato con Dios y el rezo del santo rosario, que rezábamos en familia.
Mis hermanos.
La idea de ser sacerdote siempre estuvo presente en mi casa. Mis dos hermanos, –Alexander y Julio– mayores a mí, también tuvieron inquietudes de serlo, pero descubrieron que su vocación era la de ser padres de familia.
Mi papá antes de casarse con mi mamá enviudó, y con su primera esposa Dios le regaló cinco hijos, a los cuales quiero mucho: Ernesto Antonio, María del Carmen, Elsa María, Diomaira y José Gregorio. Yo el último de los ocho hermanos.
ETAPAS DE FORMACIÓN.
CANDIDATADO
Inicié esta aventura en el mes de julio del 2006, la tarde del mismo día en que recibí mi diploma de bachiller; viajando a Caracas para comenzar el candidatado junto con cuatro jóvenes más. Estaba muy ilusionado por hacer la experiencia, y ver que era lo que Dios quería de mí.
Aprendí mucho de la Legión y de la Iglesia. Sin duda alguna era ignorante en muchas cosas, pero eso me ayudó a profundizar en el valor de ser verdadero cristiano y sobre todo a ver con claridad lo que Dios me estaba pidiendo. Pruebas, muchas, pero me ayudaron a purificarme en la decisión que estaba por tomar.
NOVICIADO
Recibí la sotana el 10 de octubre del 2006 y mi destino para iniciar el noviciado fue Monterrey México. Mi noviciado fue la etapa más hermosa que he vivido. Una especie de Tabor continuo en la que la vida de oración y estudio nos llevaban al conocimiento de Cristo, por eso le llamamos la “Universidad donde se estudia a Cristo”. Debo admitir que me costaron mucho las lenguas; el latín y el griego, pero gracias a Dios lo importante quedé.
Los momentos más hermosos eran la adoración al Santísimo. Allí aprendí lo grande que es el amor a Dios; a conocer su palabra en el evangelio, y aprendí del don valioso de la eucaristía, y el valor de la propia cruz.
Tuve momentos de gracia espiritual, en las que conociéndome a mí mismo logré vencer aquellas asperezas que había aprendido en mis años de adolescencia. Las más fuertes eran referentes a mi carácter. Me costaba mucho vivir la caridad, virtud muy importante dentro de nuestra espiritualidad. Por poco cruzo las puertas de mi casa por esa tontería. Me di cuenta de que tenía que trabajar más la caridad, pero no sólo, también la humildad, la sencillez y aprender de Cristo, a aceptar a a los demás por igual, pues en eso consistía el sacerdocio.
Fue la etapa más bonita de mi vida religiosa porque gracias a lo que aprendí, pude poner las bases necesarias para mi vida religiosa, que iniciaría con la primera profesión de mis votos el 24 de agosto de 2008.
HUMANIDADES
Los estudios humanísticos los empecé un poco con retardo. Yo pensé que las pruebas habían pasado. En este caso tuve dos pruebas; una por los estudios y otra espiritual, que más tarde vi, como la prueba de Dios que me había puesto en el crisol para purificarme.
Me costaba mucho los estudios por la mala costumbre que tenía de estudiar poco, gracias a la poca exigencia que teníamos antes de entrar a la legión. La metodología en Salamanca era exigencia europea, y yo me estaba enfrentando a esto, es más fue una prueba que me costó bastante sacar adelante, pero Dios me dio la mano.
La segunda prueba era cómo una noche oscura, en la que la vida espiritual y la oración me eran realmente difíciles, era una sequedad espiritual. No veía luz, realmente fue un momento que se prolongó por más de tres meses, en que sentía como un rechazo, un vacío a lo que era la oración. Me di cuenta de ello, lo hablé con mi director espiritual, quien me animaba a no bajar la guardia y a seguir luchando.
FILOSOFÍA.
Era momento de pasar a la siguiente etapa, filosofía, en Roma. De camino hicimos una peregrinación a Ars, a visitar al santo patrono de los sacerdotes San Juan María Vianney, y a encomendar nuestra vocación a los pies de la Inmaculada Concepción de María en Lurdes.
Fue un tomar fuerzas para el camino sacerdotal. Para mí fue una maravilla llegar a la ciudad eterna, la verdad estaba muy contento; quería aprovechar con todo, esa gracia de Dios.
La prueba espiritual que había empezado en Salamanca terminó. Agradezco a Dios esa prueba que me ayudó a valorar lo importante de la vida espiritual y a esperarlo todo de él; que nosotros por propias fuerzas, no podemos hacer absolutamente nada, si él no nos da las gracias necesarias para superarlo. La etapa de filosofía me ayudó a crecer y a madurar más. El conocimiento del hombre, entender la relación entre la fe y la razón, me dieron las herramientas para comprender un poco donde estábamos y hacia dónde íbamos como sociedad.
PRÁCTICAS APOSTÓLICAS
Yo tuve la gracia de ir como formador al centro vocacional Venezuela. Allí estuve por un año. Después de esto, los superiores vieron oportuno que pasara a formar parte del grupo de formadores del noviciado de “Santa María de los Altos” en Caracas. Fue una hermosa etapa de formación para mí. Aprendí a conocer más de cerca el corazón humano, la vocación Legionaria, y a hermanos con gran entusiasmo, amor a su vocación, y con grandes deseos de ser generosos con Dios.
ÚLTIMA ETAPA, LA TEOLOGÍA
“Porque el sacerdocio, es Cristo que nace en ti, para darse a la humanidad que espera con hambre y sed, en medio de las adversidades y tentaciones que hoy vive; porque es Cristo quien quiere llegar a las almas a través de los pies, las manos, y la boca de sus sacerdotes, sus sagrarios vivientes”.
Me causó mucha impresión llegar a teología, – sobre todo por ser la etapa más próxima a la ordenación sacerdotal–. Es un momento de mucha reflexión y oración sobre los pasos que estás por dar de manera definitiva en tu vida. La opción fundamental hecha años atrás de seguir en pobreza, castidad y obediencia al Señor, se vuelve a presentar para darle en definitiva el sello final e inviolable en el que ya no había vuelta atrás, en el que Dios nacerá en ti como sacerdote.
En este periodo realicé mi profesión perpetua. Fue un responder conscientemente a la llamada de Dios a la Legión de Cristo, a ser religioso, a ser su sacerdote. Sé que todo lo he recibido de modo inmerecido, y por eso no dejo de darle gracias, porque reconozco lo pecador que soy, y por ello no dejo también de agradecerle su misericordia, misericordia que en el sacerdocio quiero que otros experimenten.
La teología me enseñó a conocer más de Cristo, a conocer más a la Iglesia y a conocer más el ministerio que voy a desenvolver, al cual pido a Dios, sea hasta el último instante de mi vida.
DIACONADO
Fui ordenado diácono el 21 de agosto de 2018, en Mérida, por Manos de Mons. Luis Enrique Rojas, Obispo Auxiliar de Mérida, en el centro Vocacional de Venezuela. El momento más especial, fue la imposición de las manos, en que el Espíritu Santo desciende con su fuerza y consagra a quienes han sido elegidos por Dios para este servicio.